Troya, entre el mito y la realidad

La historia de Troya ha vivido durante siglos oculta bajo las piedras de una ciudad desconocida, el pasado de una mítica ciudad que ha salido a la luz con el descubrimiento de sus ruinas por el prusiano Heinrich Schliemann y finalizando por los estudios de Frank Starke en 1997, de J. David Hawkins en 1998 y de W. D. Niemeier en 1999 que indican, finalmente, la supuesta verdad de la Troya homérica…

Troya, entre el mito y la realidad

Troya existió, sí, pero los historiadores se debaten entre si fue real lo que durante tantos siglos hizo famosa a esta ciudad, si fue la Historia la que se convirtió en leyenda, o fue la leyenda la que se convirtió en Historia. La arqueología moderna basa la realidad de Troya en las excavaciones llevadas a cabo por el arqueólogo prusiano Heinrich Schliemann en el siglo XIX en la colina de Hisarlik, colina localizada en lo que ahora es Turquía, conocida a través de la historia como Anatolia. Hisarlik es el topónimo de la moderna provincia de Çanakkale, correspondiente a un emplazamiento arqueológico situado aproximadamente a 6,5 km del Mar Egeo y equidistante del estrecho de Dardanelos. Heinrich Schliemann descubrió que la ciudad, fundada en el tercer milenio antes de Jesucristo, varias veces fue destruida y reconstruida. De ahí los nombres que han colocado a las ruinas encontradas, seriadas bajo Troya I, Troya II..

Heinrich Schliemann

Dentro de estas ruinas, es la serie arqueológica Troya VII la que se asimila con la que sufrió el brutal asedio de los micénicos que fueron según los estudios históricos una civilización prehelénica del Heládico reciente en el final de la Edad del Bronce, una civilización que asedió una ciudad, Troya, que según las excavaciones fue destruida cerca del año 1200 a.C. De esas ruinas encontradas se deduce que Troya VII sufrió dos asaltos y destrucciones. La primera es la que se asimila con la invasión de los argonautas, nombre cómo se les conoce a los héroes que acompañaron a Jasón en su búsqueda del vellocino de oro. Sus avatares fueron contados en el poema épico argonáuticas del autor griego Apolonio de Rodas. Fueron estos argonautas que al volver con el vellocino se detuvieron en la ciudad para repostar agua, pero lo troyanos exigieron un alto precio. En venganza, Hércules, hijo de Zeus y la reina Alcmena, nieto de Perseo, que viajaba con ellos, montó un ejército, tomó la ciudad y la arrasó..

Es la segunda destrucción que sufrió la ciudad la que verdaderamente interesa al mundo moderno; la que plantea las dudas naturales surgidas de una historia contada en forma de poema, y como poema, revela ciertas dosis de romanticismo que en la realidad son difíciles de creer. Porque difícil de creer es que se llevara a cabo tal guerra sólo por una mujer llamada Helena hija de Zeus. O difícil de creer  era que una ciudad como Troya, con un soberbio puerto en el Dardanelos y que durante mucho tiempo había controlado el comercio en el Mediterráneo no tuviera una flota para defenderse cuando atacaron los aqueos bajo el liderazgo de un rey de consenso llamado Agamenón, hijo del rey Atreo de Micenas y de la reina Aérope, hermano de Menelao abducido por la leyenda, poco se sabe realmente de él, fue un rey de coalición en la historia contada por Homero…

Más inverosímil resulta el pensar que los troyanos, tan inteligentes, tan orgullosos, tan poderosos, cayeran en la trampa de introducir un caballo de madera en su ciudad que, por otro lado, debería haber sido gigantesco para poder llevar dentro a un ejército, son incongruencias que parecen más sacadas de la pluma de un escritor, el griego Homero que quiso dotar a su historia de un toque de romanticismo que de la propia realidad histórica. Esa  es una realidad que nos cuenta que aquella fue el final de una época dorada, el final de algunas civilizaciones que fueron grandes y que marcaron una etapa en la Historia de la Humanidad como fueron los micénicos, los cretenses, los troyanos o los mismos hititas. Existen corrientes historiográficas que relacionan a los micénicos, los aqueos de la epopeya homérica, con los hititas, otras corrientes de estudios históricos piensan que tienen su origen al norte de los Balcanes, y que llegaron a Grecia buscando un mejor lugar donde asentarse, lo que sí ha quedado claro es que fueron un pueblo de origen indogermánico y que la migración se produjo hacia el año aproximadamente 1600 a.C. Surgió así, de esta manera, la cultura micénica, por la mezcla natural de este pueblo con la cultura cretense que se encontraron al llegar a territorio heleno y que formaron reinos independientes que si bien estaban en continuas disputas entre ellos, luego eran capaces de unirse para defenderse mutuamente, como hicieron para defenderse de los persas, los hititas o incluso para atacar a Troya.

El exceso de población, de demografía, fue uno de los motivos que los obligó a extenderse aún más. Aprovecharon que los hititas comenzaban a bajar su influencia para introducirse en Asia Menor, se beneficiaron de la caída de Creta para introducirse aún más en Grecia, y finalmente continuaron su expansión territorial haciendo frente a los troyanos. Es en este momento en el que coincide con el asedio de los aqueos o micénicos a la ciudad de Troya que tan románticamente nos cuenta Homero. Por ende, Troya tenía una situación geográfica privilegiada desde la que controlaba todo el comercio marítimo en el Mediterráneo, y esto ayudaba a aumentar más la codicia de los reyes aqueos. Homero tradujo todo aquello en una cruenta batalla de más de diez años, pero la Historia hace pensar que no fue una sola batalla, sino que fueron frecuentes incursiones, y que se trató de una batalla de desgaste que perseguía la debilidad económica de Troya. Lo que finalmente la leyenda convirtió en un enorme caballo de madera no fueron sino las altas torres de abordaje que los aqueos llevaron hasta las murallas troyanas. Después de tanto desgaste finalmente, Troya cayó, pero solo dos siglos después, Creta, Micenas, Pilos o Troya ya sólo eran un recuerdo en la Historia, pues tribus venidas del Norte invadieron Grecia y arrasaron a estos pueblos. Toda una época dorada de cultura griega había caído, y su historia, o leyenda, permaneció enterrada y escondida durante muchos siglos en la memoria colectiva de la humanidad…[1]

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[1] BERNABÉ, Alberto y Juan Antonio ÁLVAREZ-PEDROSA. Historia y leyes de los hititas. Madrid, Akal, 2004. ISBN 84-460-2253-2; GARCÍA IGLESIAS, Luis: Los orígenes del pueblo griego. Madrid: Síntesis, 2000. ISBN 84-7738-520-3; GRIMAL, Pierre: Diccionario de mitología griega y romana. Barcelona: Paidós, 1981. ISBN 84-7509-166-0; HERTEL, Dieter: Troya. Madrid: Acento, 2003. ISBN 84-483-0737-2; HIDALGO DE LA VEGA, María José, Juan José SAYÁS ABENGOCHEA y José Manuel ROLDÁN HERVÁS: Historia de la Grecia antigua. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1998. ISBN 84-7481-889-3;  LATACZ, Joachim: Troya y Homero: hacia la resolución de un enigma. Barcelona: Destino, 2003. ISBN 84-233-3487-2; MOREU, Carlos La guerra de Troya. Madrid: Oberón, 2005. ISBN 84-96052-91-5; RUIZ DE ELVIRA, Antonio: Mitología clásica. Madrid: Gredos, 1982. ISBN 84-249-0204-1

Un comentario en “Troya, entre el mito y la realidad

  1. se supone que troya no existia pero se hizo realidad me encantan estos temas y pensar que algun dia podamos descubrir mas cosas como saber si la atlantida existe o que pasa con el triangulo de las bermudas o lo de los mayas aztecas e incas y los extraterrestes noooooooooooo seeeeeeeeee perooooooooo NO SOMOS LOS UNICOS QUE EXISTEN EN EL UNIVERSO xao os kiero

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