Goya atendido por el doctor Arrieta

Goya atendido por el doctor Arrieta es un cuadro de Francisco de Goya pintado en 1820 que refleja la grave enfermedad, quizá el tifus, que padeció desde noviembre de 1819 en la que fue atendido por el médico Eugenio García Arrieta. Goya aparece autorretratado enfermo y agonizante, sostenido por detrás por el doctor Arrieta que le da a beber alguna medicina. En un fondo oscuro aparecen al fondo a la izquierda unos rostros de mujer que la crítica ha identificado con la representación de Las Parcas. En una cartela en la parte baja del cuadro figura un epígrafe, presumiblemente autógrafo, que reza: Goya agradecido, á su amigo Arrieta: por el acierto y esmero con qe le salvo la vida en su aguda y / peligrosa enfermedad, padecida á fines del año 1819, a los setenta y tres de su edad. Lo pintó en 1820. Gran parte de la crítica interpreta este cuadro como un exvoto a su médico, el doctor Eugenio García Arrieta, en agradecimiento a la curación de la delicada enfermedad que padeció un Goya de setenta y tres años, con la que el pintor consideró, si aceptamos que la inscripción es autógrafa, que le había salvado la vida…

 Goya atendido por el doctor Arrieta

El cuadro podría concebirse como una Piedad laica: en el lugar habitual de Jesús estaría un Goya moribundo, y el médico funcionaría como ángel protector. Al fondo aparecen unas mujeres que han sido interpretadas, además de como la compañía femenina con que vivía Goya (que convivía con Leocadia Weiss), con las deidades del destino o Las Parcas, de las que pende, como de un hilo, la vida del protagonista. Las facciones están tratadas con gran maestría. Goya se autorretrata con la boca ligeramente abierta, la mirada extraviada, en actitud casi de moribundo, falto de fuerza y de total consciencia. Con las manos se aferra febril a las ropas que lo cubren. El hábil manejo del color y la iluminación establece un contraste entre las carnaciones respectivas de Goya y su médico. El primero aparece con un aspecto pálido, debilitado; mientras que el doctor presenta un rostro saludable. También la bata del artista tiene un color blanco brillante, al igual que la sábana, lo que destaca el dramatismo de la escena y acerca el uso de la luz al magisterio de Rembrandt. La pincelada de las telas blancas es decidida, pero precisa.

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Goya atendido por el doctor Arrieta

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En cuanto a la composición, las figuras aparecen cercanas al espectador, que parece asistir a la escena en la propia habitación en que sucede, enmarcadas como están en un plano medio. Sobre el fondo oscuro se recortan las mujeres o Parcas, rostros extraños que reflejan el inquietante mundo de las sombras que acechó en este trance al aragonés. Muchas de sus características participan del mundo de las Pinturas negras que Goya pintaba sobre las paredes de su casa, la Quinta del Sordo, por estos años. El cuadro refleja una temática muy característica del siglo XIX y la burguesía, de admiración por la ciencia. No hay en este caso una intervención cristiana o un milagro de la religión, sino una actuación cabal de la sabiduría y la medicina encarnada por el doctor Arrieta, retratado con humanidad pero no exento de firmeza en su oficio. Con ello el cuadro se aleja de las convenciones pictóricas de la pintura religiosa y académica del siglo XVIII, y de las sátiras contra médicos habituales del Antiguo Régimen, tema que el mismo Goya trató abundantemente en sus estampas, inaugurando un arte moderno…[1]

La Factoria Historica


[1] La Quinta del Sordo, o Quinta de Goya, era el nombre de una extensa finca y casa de campo situada en una colina del antiguo término municipal de Carabanchel a las afueras de Madrid, en la que vivió Francisco de Goya durante sus últimos años en España, antes de su exilio, y en la que se hallaban las Pinturas negras. En contra de la creencia popular, el nombre de la finca no se debía a la sordera del pintor, sino a la de un anterior propietario. La casa fue demolida en el verano de 1909. Goya adquirió esta villa el 27 de febrero de 1819, a un anterior propietario, Pedro Marcelino Blanco, que era sordo. En el inmueble residió hasta su partida hacia el exilio de Burdeos en 1824. En los breves periodos en los que volvió a Madrid se alojó en ella, que permanecía a cargo de su nieto Mariano. Hay varias explicaciones plausibles para la compra de la finca por parte del pintor, como son su ideología liberal, que le haría desear vivir alejado de la corte totalitaria de Fernando VII, o el hecho de convivir discretamente con Leocadia Zorrilla de Weiss (esposa de Isidoro Weiss), madre de Rosario Weiss, de quienes se decía que eran amante e hija del pintor respectivamente, si bien oficialmente eran su ama de llaves y su ahijada o protegida. Tras la caída en 1823 de Riego y la reinstauración del Antiguo Régimen, Goya, sabedor de su pública condición de liberal, huye de la represión en 1824 obteniendo el salvoconducto con la excusa de tomar unos baños terapéuticos en Plombières, de donde pasará a Burdeos.

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