Saladino conquista Jerusalén, parte II

Fue Reinaldo de Châtillon, el que provocó la pérdida de Jerusalén a manos de Saladino, al atacar una gran caravana en la que viajaba la misma hermana de Saladino. Reinaldo era un noble que era señor de tierras en la frontera, y era famoso por el bandidaje y el saqueo había ya violado treguas anteriormente para atacar caravanas, capturado peregrinos en dirección a La Meca, tratado de profanar los lugares santos musulmanes y saqueado la cristiana Chipre. Ante las previsibles represalias del entonces principal líder de los musulmanes, Saladino, el rey de Jerusalén Guido de Lusignan realizó levas reuniendo a todas las fuerzas del reino, con las que se dirigió contra Saladino. El enfrentamiento final se produjo en 1187, junto a unas colinas llamadas los cuernos de Hattin. Los ataques de la caballería ligera y los arqueros sarracenos, al mando de Saladino, aniquilaron al ejército cruzado, que había llegado atravesando el desierto…

Saladino conquista Jerusalén

Parte II

Mientras los cruzados estaban en marcha los tambores musulmanes, en el ejército de Saladíno, empezaron a batir sin cesar y arqueros a caballo empezaron a hostigar, lo cual se mantuvo hasta que llegaron a Hattin, una llanura donde al ver la llegada del ejército cruzado se empezaron a encender montones de leña, preparados en la llanura por Saladíno. Todo esto provocó el desconcierto de los cruzados, la sorpresa. En este desconcierto el rey Guido de Lusignan ordenó cargar contra el enemigo. La primera línea de caballería bajo el mando de Raimundo de Trípoli cargó, pero cuando estaban a punto de chocar contra el enemigo éste abrió filas, dejándolos pasar, según las órdenes de Saladino. Raimundo, totalmente desconcertado y sorprendido, no pudo frenar a su caballería y ésta se metió en un desfiladero donde quedó aislada del cuerpo del ejército principal, donde fue aniquilada.

Las pocas tropas cruzadas que quedaban se rindieron. Saladino los respeto, excepto a los mercenarios turcos, que fueron degollados, junto a los caballeros templarios y de San Juan que rehusaron convertirse al Islam, cerca de 230. El único que sobrevivió a la carnicería fue Balian d’Ibelin, que al mandar la retaguardia pudo reaccionar a tiempo. Se cuenta la anécdota de como Saladino ofreció una copa de nieve al rey de Jerusalén, sediento por la travesía en el desierto. La única excepción fue Reinaldo que fue ejecutado por el mismo Saladino, según cuentan, cuando trató de coger la copa que había dado a Guido de Lusignan como muestra de hospitalidad. Los caballeros templarios y hospitalarios capturados solo tuvieron dos opciones: convertirse o ser ejecutados, muriendo todos a la mañana siguiente. Tras su victoria en Hattin, Saladino ocupó el norte del Reino de Jerusalén, conquistando Galilea y Samaria sin demasiada dificultad, recuérdese que casi todas las fuerzas militares cristianas habían sido eliminadas o capturadas en Hattin. Posteriormente, se dirigió a la costa tomando uno tras otro los puertos con la única excepción de Tiro que a lo largo de la historia, siempre ha sido especialmente difícil de tomar, incluso para Alejandro Magno, comandada por el Marqués Conrado de Montferrato. Saladino dejó frente a Tiro a un ejército, y marchó hacia el sur, con el objetivo de conquistar Ascalón, plaza vital para la defensa de Egipto. Saladino liberó al gran maestre del Temple, Gerard de Ridefort, a cambio de la fortaleza templaria de Gaza y al rey Guido de Lusignan a cambio de Ascalón, que, sin embargo, se negó a rendirse. A pesar de todo, fue tomada poco después por Saldino.

Saladino sitió a Jerusalén. En aquel momento, Balián de Ibelín, miembro de una de las principales familias nobles, pidió a Saladino, poder ir de Tiro, donde estaba luchando, a Jerusalén, para sacar de ahí a su mujer e hijos a cambio de no colaborar en la defensa. Sin embargo, fue reconocido, y se le pidió que comandara la resistencia de la ciudad por lo que mandó a Saladino un mensaje pidiéndole que le eximiera de cumplir su palabra de no luchar contra él, a lo que Saladino accedió. Inicialmente se rechazó toda propuesta de Saladino de capitulación, pues ningún cristiano quería ceder la ciudad, que consideraban, al igual que los musulmanes, santa. Entonces Saladino se decidió, pues, a tomar la ciudad por la fuerza. En octubre de 1187 la situación de los defensores era ya desesperada, y Balián trató de negociar la rendición. Saladino se negó pues había jurado tomar la ciudad por la fuerza al rechazarse sus ofrecimientos iniciales, no tenía razón para ceder en nada, se cuenta que mientras Balián explicaba sus condiciones de repente un estandarte sarraceno se izó en un baluarte, muestra de que las tropas de Saladino ya habían entrado. Sin embargo, cuando Balián amenazó destruir completamente la ciudad antes que entregarla sin condiciones, Saladino consultó con sus emires y decidió perdonar la vida a los habitantes a cambio de la rendición de la ciudad, aunque sus emires exigieron que pagaran un impuesto por cabeza.

Una vez en posesión de la ciudad Saladino entregó los lugares sagrados cristianos a sacerdotes ortodoxos. Aunque convirtió las iglesias en mezquitas, Saladino tomó medidas para evitar que sus soldados exaltaran los ánimos cristianos. Balian pagó la compra de casi diez mil pobres y muchos que no pudieron pagar el impuesto para salir de Jerusalén aun tuvieron una relativa suerte: el hermano de Saladino, Saif ed-Din, Al-Adil, pagó por una buena cantidad de ellos, como tributo a Alá por la victoria. No fue el único, siendo seguido por varios miembros de la corte. El mismo Saladino, en un acto de generosidad, perdonó a todos los ancianos de la ciudad. Finalmente Saladino pudo entrar en la mezquita de la roca, el tercer lugar sagrado para los musulmanes después de La Meca y Medina[1]

Ver también: Saladino y la tercera cruzada, parte III

La Factoria Historica


[1]Runciman, Steven. A History of the Crusades: Volume 2, The Kingdom of Jerusalem and the Frankish East. Cambridge University Press. ISBN 0140137041; Shahnaz, Husain (1998). Muslim Heroes of the Crusades. ISBN 1-8979-4071-8; Mohring, Hannes. Saladin: the Sultan and His Times. Baltimore, Maryland: The Johns Hopkins University Press, 2008; Maalouf, Amin. The Crusades Through Arab Eyes. London: Al Saqi Books, 1984; Holt, P.M.. The Age of the Crusades: the Near East from the eleventh century to 1517. 1 ed. A History of the Near East. 2, The Age of the Crusades: the Near East from the eleventh century to 1517. P.M. Holt. New York: Longman Group, 1986;  Izz al-Din Ibn al-Athir. The chronicle of Ibn al-Athir for the crusading period a través de al-Kamil fi’l-tarikh; Baha al-Din Yusuf ibn Rafi ibn Shaddad, A Rare and Excellent History of Saladin. D.S. Richards. Burlington: Ashgate, 2001; Lev, Yaacov. Saladin in Egypt. The Medieval Mediterranean Peoples, Economies, and Cultures, 400-1453. Vol. 21, Michael Whitby. Boston: Koninklijke Brill NV Leiden, 1998.

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